YO Y EL FRANCÉS

"Le petit sourire"

Cada lunes, las 7:00 de la mañana suponían un suplicio para cualquier ciudadano de a pie. Sin embargo, esto no era así para él. Nunca se había levantado a esa hora. Pero sí un minuto más tarde, que era cuando esta predispuesto a sonar la alarma del reloj con forma de Torre Eiffel, que se compró cuando estuvo de luna de miel. Todo ello, sin saber que la melodía que sonaba iba a ser La Marsellesa. Era tal la monotonía del himno francés que, en ocasiones, dudaba si se trataba de la realidad o era otro sueño, de los que acostumbraba a tener, en los que se encontraba acostado sobre las escalinatas falderas de la Basílica del Sagrado Corazón admirando la panorámica parisina, junto con su idolatrada Carla Bruni

Al igual que con la alarma mañanera, le gustaba llegar un minuto más tarde a las sus clases de francés. Entraba como un emperador aclamado por la multitud en el mismísimo Coliseo romano. Pasado un mes, los alumnos ya conocían su manía, por lo que no se preocupaban en absoluto por ser puntuales. A pesar de ello, esto sí que le molestaba a él. Quería que aquella persona con la que se hubiera acordado un encuentro llegara a la hora citada. En cambio, él debía llegar un minuto más tarde. De esto modo, comprobaba si el citado daba la suficiente importancia a la cita como para esperar su presencia. 

Esta vez, sus tan despreciados impuntuales habían sido tres. A pesar de ello, les dejo entrar, ya que de no ser así, la clase hubiera contado con más esquinas que alumnos. Tuvo que comenzar la lección, aunque la mayoría de alumnos continuaban conversando entre ellos. Realmente no le importaba que no le prestaran atención, puesto que los odiabas. Bueno, no solo a ellos, sino a cualquier ser humano existente. Era un antisocial reconocido quien consideraba que la sociedad vivía infeliz en su felicidad material. Según él, nadie encontraba la felicidad, por lo que adquirían cualquier objeto con el que poder demostrar a la humanidad que ellos sí eran felices. Un móvil con el que poder fotografiarse y reflejar en las redes sociales una sonrisa que ocultaba una melancolía imperante. Tal vez, este fuera uno de los motivos por lo cuales su mujer se convirtió en ex- y la palabra "amistad" no llegó siquiera a existir en el diccionario de su corazón.

Hacía tiempo ya, llegó a la conclusión de que su deseo de ser escritor nunca se convertiría en realidad. Aunque no por no intentarlo, sino por comprensión de los lectores. ¿Quién leería algo con lo que no se siente identificado? Sus escritos eran odas a la vida retirada. Volvía a su casa en metro, escribiendo, en su cuadernillo con el Sena como portada, versos sueltos o incluso parrafadas. Solo se había enamorado una vez en la vida, pero su pluma volaba sobre el papel cada vez que pensaba en este, el hamor. Y sí, lo escribía con h porque la identificaba con la fina figura de una mujer en una posición erótica y sensual. 

Como cada lunes, su horario laboral finalizaba a las doce y media. Sin embargo, ese día había decidido marcharse del instituto una hora antes, al ver la clase que le tocaba. No podía estar más en desacuerdo con la afirmación de: "Los polos opuestos se atraen." Esta era la clase más social que jamás antes había conocido. Su afán por preguntar y conocer era exacerbado. Por ello, sin darse cuenta, eran las doce y cuarto de la mañana y se disponía a abrir la puerta de su apartamento. Tras varios forcejeos, consiguió entrar, soltando bruscamente la maleta, en la cual nunca había guardado ningún papel. Simplemente cargaba con ella para aparentar ser un profesor o alguien con prestigio. Estaba deseoso de tumbarse en el sofá. Olvidarse que vivía en un mundo con personas, con sociedad. Sin embargo, sus deseos no fueron órdenes. Una bella dama ensangrentada yacía sobre el suelo de su salón minimalista. 

"Continuará"


Compartir esto:

SOBRE EL AUTOR

Este mundo de hoy va demasiado deprisa: quieren conocerme cuando no lo he hecho ni yo todavía.

0 comentarios:

Publicar un comentario